Es un hecho: el sistema educativo salvadoreño está a cientos de millones de dólares de ser capaz de atender a todos los que tienen edad de estudiar en el país. Es un hecho también: esto no ocurrirá en el próximo periodo presidencial. Es una deuda histórica que ha creado una estructura enferma. Las escuelas lidian como pueden para gestionar el futuro del país, pero el horizonte a todas luces es gris: mediocres notas promedio de la PAES año tras año, aptitudes socioemocionales de los graduados que alarman, políticos que parecen no haber leído los múltiples diagnósticos y voces autorizadas que hablan de un sistema que moldea a generaciones poco críticas y con limitadas oportunidades de mejorar significativamente sus vidas luego de dejar las aulas. Durante las próximas semanas, El Faro entrega su segundo especial sobre la educación en el país, esta vez enfocado al futuro, a quienes salen de las escuelas.